jueves, octubre 25, 2007

Una Historia que contar


Caminaba por la calle en silencio, inmerso en un mundo de pesadilla. Caminaba a mano con la muerte, y una fase infernal llegaba a cubrirle por completo.

Caminaba en una calle que nadie conoce, en un mundo inexistente. Sonreía a su miseria, maldecía a quien todo tenía, porque él era nada. Delante, se lucía la calle majestuosa, húmeda por el rocío, brillante como un río de plata.


Percibía sensaciones desconocidas, escuchaba vibraciones, moría con cada gota que se evaporaba al calor de esa noche.

Logró divisar a lo lejos, un río; calmado, brillante, infinito.

Quiso  comprobar si podía caminar sobre él, como lo hizo con los ojos cerrados, sintiendo como único soporte de sus pensamientos el suelo húmedo bajo sus pies.
Se acercó a la orilla de la calle, siguió hasta permitirse un segundo de paz, luchando contra su propia agonía, pensando en quien sabe qué cosas, guardando secretos inimaginables.

Y sin que él lo esperara, la tierra lo sacó de sus entrañas por estar maldito, y fuertes brazos  lo inundaron por completo.

Siguió sonriendo a su reposo infinito.

Y la gente habló por años de aquel, abrazado, encontrado inmaculado, empapado de una vida que no le pertenecía.
Aquel que no tenía nada pasó a tener ahora una historia, la de esa noche donde decidió liberar su alma. Una historia que contar.

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